¿La tristeza puede ser hermosa? Sí como una flor marchitándose
- Ana María González Cruz
- 30 ene 2018
- 5 Min. de lectura

¿Te puedo abrazar?
Sí, estoy de verdad triste
Pero sigues siendo hermosa
¿La tristeza puede ser hermosa?
Sí como una flor marchitándose
Ese día me sentía profundamente deprimida, profundamente desmotivada por la vida, me sentía en un profundo desaliento por todo aquello que anteriormente me gustaba hacer. Me encontraba conectándome finalmente con esa profunda desilusión de la vida y me sentí a la vez culpable por sentirme así.
Parece que, en este mundo de afanes y productividad desmedida, estar triste es un pecado imperdonable que te inactiva. Te dicen que agradezcas, que otros están peor que tú, que debes luchar, que no te des por vencido, que eres un quejetas o simplemente eres ignorado o minimizado en tu sentir.
Por eso, cuando tu alma entristece sientes que debes tener una buena excusa para sentirte así, una historia terrible de vida, un duelo, una ruptura amorosa, una enfermedad, y cuando nada de eso existe, entonces necesitas mostrar un diagnóstico para que todos asientan y digan “ah claro, es que sufre de depresión”.
Es como si estar triste o desanimado, se hubiera convertido en una anormalidad que debe explicarse, parece que produce una “inutilidad” para rendir y enfocarse en ser un buen adulto, es decir un adulto agradable y productivo.
Entonces cuando te sientes con la melancolía alborotada, también debes obsesionarte por encontrar la causa de porque te sientes así. Debes, debes, debes. Es que tengo un techo bajo el cual vivir, tengo amor, tengo apoyo, tengo lo necesario para vivir. Entonces porque me siento así. ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?
En mi caso es simple agotamiento al perseguir la perfección de un estilo de vida que no corresponde con lo que es esencial y natural a mi alma, mi alma (siento) es un bosque solitario y nublado donde crecen flores silvestres y nada las detiene en la ciclicidad de su ser.
Me he forzado por muchos años a resistir y a luchar, a agradecer y sonreírle a la vida por todo aquello que me ha brindado, pero simplemente a veces no quiero, no todo se da como yo quisiera a pesar que he seguido el plan 123 de lo que se debe hacer para ser “feliz y exitoso”, entonces empiezo a enumerar cada una de las decisiones que he tomado, y me pregunto cómo estaría si hubiera decidido otras cosas, en otras circunstancias.
Entonces a su vez, comienzo a culparme por sentirme así, y la depresión se profundiza.
He perseguido tantas veces mi tranquilidad, que me siento frustrada porque me siento incapaz de lograrla, ¿por qué? No soy un ser humano ideal, siempre resiliente, siempre disciplinado, siempre fuerte mental y emocionalmente, y no serlo es realmente frustrante, porque en todos lados ves formulas para la felicidad.
Durante años me he esforzado y he luchado contra la corriente, para cumplir con mis sueños. He huido y me he distraído para no sentir esta tristeza, que hoy me inunda. He buscado y buscado, encontrado y ganado lo que finalmente quería: una pareja, un título, viajar y conocer, un espacio propio, un trabajo en lo que me gusta… pero la insatisfacción no se iba, la depresión nunca se fue del todo.
Sigue allí y yo sigo sin escucharla. Ya no busco más allá afuera. La inestabilidad laboral llega con más fuerza e irme ya no es una opción. Sigo buscando opciones para ocupar mi mente. No vuelvo a escribir. Concluyo que estoy bien y que no pasa nada. No me fui físicamente, pero yo me desligué de mi misma, apagué las luces del sótano lleno de espejos, subí las escaleras y cerré la puerta. Lo hice para protegerme.
Vivo la vida y le exijo otras opciones para vivir tranquila. Exijo, exijo, exijo. Logro y logro más la cercanía con todo aquello que quise en otro momento. Compro libros, cristales y cursos. Me siento bien. La vida me da más y más, hasta que empiezo ahogarme. Trato de atender a tantos frentes que me agoto y me enfermo.
Siento que floto en una clase de amargura y tristeza infinita de no querer hacer nada, porque para qué, si nada me quita esta tristeza.
Camino exhausta desde hace mucho con un profundo dolor y ahogo en el pecho. Me siento presionada hasta el límite y fracasada al extremo, porque no le veo sentido a mis luchas de todos estos años.
Me siento en un escalón más profundo y extraño de la depresión.
Comencé a hiperventilar y a sentir como el pecho dolía cada vez más. La desesperación crecía como un ansia profunda y antiquísima que no me correspondía sólo a mí.
Cada vez más profundo en esa escalera a la oscuridad.
Entonces… recordé: Respira, respira, respira… y observa esto como si estuvieras afuera de ti misma.
Entonces me ví.
Estaba acurrucada contra la pared a la puerta de ese sótano que se había abierto.
Recordé que con en mis prácticas de yoga, me sentía aterrada con las posturas invertidas, y mi maestra siempre me decía: respira y quédate allí un poco más, más allá de lo que piensas que puedes soportar.
Me rendí. Abrí los ojos y respiré.
Me pregunté porqué debía explorar las profundidades de este sótano asustada y desesperada. Respiré y decidí hundirme en mi alma, hundirme en mi propia oscuridad, decidí rendirme y no darme más excusas para sentirme de otra manera.
Recordé mis lecciones de Yoga: yo soy como soy, tendré que aprender a danzar con mi oscuridad y reconocer mis limitaciones y potenciales, sólo así encontraré mi lugar en este mundo.
De esta manera, una antorcha se encendió.
Ahora, estaba yo erguida ante la oscuridad bajando las escaleras a ese sótano. Decidí conocer esa oscuridad que me habita con determinación a través de los medios que amorosamente me sean posibles.
¿Qué si quiero recuperarme y curarme de la depresión? No. No quiero borrarla, quiero integrarla y escucharla. Ella siempre volverá, de eso no me quedan dudas, la cuestión es que no planeo pelear más con ella, sólo quiero invitarla a pasar y conversar con ella, debo rendirme y escucharla con amor.
No le buscaré más excusas a la tristeza.
De la depresión y la tristeza emergen las sombras más oscuras de las profundidades de nuestra alma, si las ignoras, volverán una y otra vez hasta ser escuchadas, aceptadas y abrazadas.
RENUNCIO A LO QUE NO ME PERTENECE, A LO QUE NO ES AUTENTICO EN MI.
Me abrazo y me integro, porque sé que detrás de esa melancolía y esa depresión está una niña herida que necesita ser escuchada.
Me marchito, para dejar morir eso que no es auténtico en mí y lo hago sabiendo que floreceré de nuevo, y de las flores y retoños que salgan decoraré ese sótano que cada vez estará más claro.
Las recaídas volverán. No lucharé con ellas. Las observaré y escucharé como mis maestras. No volveré a forzarme a estar feliz y radiante. No me descuidaré tampoco. Tengo el coraje suficiente para cuidar de mi misma durante esas etapas grises y oscuras.
Me resguardaré, descansaré y seré rebelde frente al ritmo desenfrenado de esta vida.
Y definitivamente pediré un abrazo y allí me refugiaré.
Pero ante todo me abrazaré a mí misma con amor incondicional.
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